Los pelotas, los seres más despreciables de la sociedad

Desde que se nace, o mejor dicho, desde que se empieza a tener conciencia del mundo que te rodea, te das cuenta de que hay un tipo de seres humanos que son de lo más lameculos e insoportablemente pelotas. En parvulitos ya eres consciente de ésto, siempre hay un niño o niña que anda con sus pañales mojados de escoria bajo las faldas de la "profe", y es que el ser pelota empieza en la niñez. No sé muy bien cómo sucede. Quizás sea la falta o el exceso de cariño y atención, quizás sea que en su casa no le dan nocilla, quizás se les cayó por las escaleras a sus padres cuando nació.. Nadie sabe lo que provoca que ciertos personajes se hagan rematadamente pelotas.
Según van creciendo, en la escuela, el niño en cuestión perfecciona su técnica y se convierte en la sombra del profesor (no pongo otra vez lo de "profe" porque me da urticaria), le sigue a todas partes, se hace el perfecto chivato y manipulador, que hace y deshace a su antojo, siempre en su propio beneficio. Este ser chivato y manipulador, aun siendo un niño, es absolutamente despreciable, y no son pocas las veces que he castigado de una manera politicamente incorrecta sus fechorías.
A veces incluso puede que sean varios, lo cual da demasiado trabajo a los que defendemos el derecho a ser libres. El pelota encuentra en los adultos su pilar central, y con sus artes consigue, desgraciadamente, muchas cosas, lo cual le empuja a seguir siendo un pelota redomado.
Es cierto que muchos profesores son capaces de controlar a estos estúpidos individuos y los desprecian, lo cual es un tremendo alivio cuando ves que el ser en cuestión se da de golpes contra un muro de piedra, pero como el pelota no tiene límites, ese profesor, se tendrá que andar con mucho cuidado, porque en ese momento se convierte en su objetivo y pone en contra de él, a sus padres y si puede, incluso al mismísimo director del colegio.
El pelota como he dicho, no tiene límites, o le sigues la corriente o estás en su punto de mira. Lo malo de estos personajes es que van creciendo y con la madurez, como es natural, te los encuentras también en el trabajo, y aquí ya el problema empieza a ser serio. Estos seres huelen a un justiciero (matón) a kilómetros y ése es un gran problema para todos aquellos que hemos intentado cambiar lo que sus padres no pudieron hacer.
Estas personas acumulan mucho rencor y rabia, y en la madurez se transforman en un insecto vomitivo y repulsivo, una especie de ser peludo con aguijón y dientes, lo peor de la naturaleza humana.  El pelota no hace nada por los demás si no va a sacar algo a cambio, y ésto le delata. Verás en el trabajo que el pelota, si lleva unos dulces por su cumpleaños, al primero al que ofrece sus pastelitos con repulsiva mueca es al jefe. Voy a dejar de escribir por un momento porque que me he puesto nervioso...
Desgraciadamente el pelota fuciona muy bien en la empresas, sus chivateos y pelotismo es perfectamente aceptado y consiguen buenos puestos, son el perfecto empleado, nunca llegan tarde, al revés, llegan mucho antes de tiempo al trabajo, necesitan su dosis de pelotismo, realmente lamentable. Son ásperos con sus compañeros pero dulces y simpáticos con el jefe. Siempre trabajan mediocramente y son un poco vagos, pero les va bien porque la chupan de maravilla.
El pelota sigue con sus técnicas de por vida, pelotea a la abuela o tío que más dinero tiene, ríe las gracias de los amigos con más dinerito, se agarra como una garrapata a la empresa de turno hasta que le saca hasta el último centavo, al fin y al cabo, el pelota en su madurez sólo busca dinero y clase social. Al final de sus días muere entre los cuervos que él mismo ha engendrado, muere en solitario, porque al pelota nadie le quiere, ni sus bastardos ni el buitre de su mujer.
Quisiera terminar intentando convecer al pelota de turno para que cambie, siempre se está a tiempo: haz algo por los demás sin pedir algo a cambio, intenta ser mejor persona.
Si te estás identificando con esta pequeña descripción que sepas que de poco te va servir tu técnica con el Santísimo, vas al infierno de cabeza, boca abajo y con las tripas fuera. Ah! que no crees en Dios, ya me lo imaginaba, eres sociata, pues veremos a ver qué pasa.


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