Infierno Mecánico Capitulo 9 -El día de Navidad-

     Aquella noche nos acostamos con una extraña sensación de alivio. El frío se había aplacado y en el silencio de la casa, se estaba relajado y tranquilo. Nos acostamos y dormimos muy bien, soñamos con cosas raras pero alegres, yo incluso me comí unos turrones y un poco de jamón en sueños y teníamos leche que nos daba una vaca muy simpática. Me costó levantarme, eran por lo menos las 12:00 de la mañana cuando levanté la persiana para ver el día, pero contra todo pronóstico no había día, todo estaba oscuro como si fuera de noche aún y pensé en un principio que estaría tan nublado que el Sol ni tenía fuerza para iluminar. 

    Me levanté y puse el café, ya Julia estaba despierta dando de comer a los pájaros y haciendo alguna tarea doméstica mientras el café hacía el típico sonido de que está listo. Me vestí, salí a la calle y me quedé perplejo al ver que era de noche, y las estrellas iluminaban el cielo y la luna estaba allí, quieta, grande, luminosa y brillante como un faro. Volví dentro de casa buscando una explicación, pensé que nos habíamos dormido y que habíamos empalmado la noche con la noche. Fui mirando reloj por reloj en toda la casa, pero todos marcaban las 12:30 de la mañana y no había explicación para tal cosa. Busqué a Julia para contárselo. Los dos estábamos alucinando viendo que en el día de Navidad no había día, que el Sol no había "salido" y que la noche perpetua se ceñía sobre nosotros. Asustados nos pusimos un café y cuando fuimos al salón a tomarlo tranquilamente, con un cigarrillo para calmar los nervios, vimos algo que tampoco esperábamos, debajo del árbol de Navidad, nuestro querido Allison Nevado que habíamos adornado con todo nuestro cariño, había una multitud de regalos sorpresa muy bien empaquetados, con adornos plateados y dorados, con papel de fiesta resplandeciente. Nos acercamos y nos mirábamos pensando que era una broma. Pero no habíamos sido nosotros. Abrimos el primero y me quedé sentado casi con una lagrimilla en los ojos al ver que era una caja de dulces navideños, turrón y polvorones, con una increíble pinta de estar deliciosos, y no era un paquete pequeño, por lo menos había dos kilos entre todo. Me comí un trozo de turrón y al recordar aquel sabor me puse noño, como un niño noño de cumpleaños.

    Seguimos abriendo regalos, había ropa de abrigo y unos zapatos, un salchichón, vinos varios y ginebra. Quien nos hubiera regalado todo ésto nos tenía que conocer. Ésto no era normal, había muchísimas cosas y todas buenas, desayunamos con la sensación de tener 5 años, nos reíamos y cantamos un villancico desentonando, como es natural en nosotros, que el cantar y el bailar no lo heredamos. Encendí la estufa y nos fuimos, me sorprendió ver la facilidad con que el fuego se encendió.

    Salimos a la calle a buscar a los vecinos y ya nos reímos al ver María, la hija de los vecinos, que estaba bailando en la calle con ropa nueva y comiéndose una bolsa de patatas fritas, riendo sin parar. Entramos en la casa y allí estaba Chemirl montado en un coche, que arrancaba y todo, y nos miró sonriente pero atontado, como si no entendiera nada. Salió del coche y nos dijo: "seguirme" y nos llevó a la cocina donde un jamón presidía la estancia. Nos cortó un poco y lo saboreamos como si no hubiéramos comido jamón en la vida, aquel estaba estupendo, dulce y salado, moteado con la grasa justa. Ni siquiera hablábamos, no decíamos nada, sólo nos mirábamos estupefactos. Yo saqué un turrón de chocolate del bolsillo y se lo dí, y de nuevo nos reímos a carcajadas, y por allí apareció Yoli, su mujer, con un jersey nuevo muy bonito y dijo: Nunca en la vida me he sentido mejor.

    Fuimos todos a casa de Julius Towers y Mamá Castor para ver que tenían ellos, y ya por el camino oímos el mujido de una vaca que pastaba por el sembrado alegremente. Nos acercamos y vimos que era una vaca lechera, como la que yo había visto en el sueño. Estaba gorda y hermosa y le colgaban unas tetas enormes llenas de leche, que brotaba goteando de uno de sus pezones. La vaca se me acercó y se dejó acariciar, fui corriendo a por un cubo y de rodillas empecé a apretar aquellas mamas tan jugosas y la leche empezó a manar como si de una fuente de vida se tratara. Nuestro nivel de risa y de estupefacción no tenía límites.

    Entramos en casa de Julius Towers. Lo primero que vimos fue una torre de cervezas enorme debajo del tejadillo, entramos en la casa y vimos que les habían traído de todo, mucho embutido y langostinos, también tenían muchos dulces y ropa. Mamá Castor salió a nuestro paso mirándonos con cara de haber visto a un fantasma. Qué risa nos pasamos!. Me bebí una cerveza de un trago y hablamos sin parar contándonos los regalos que nos había traído la magia. Salimos de nuevo a la calle y allí estaba la vaca esperando amor. Nos fijamos en el cielo que, inmóvil, nos acogía en su extraña mañana oscura de calor rosa. Quedamos para comer juntos luego, y volvimos a casa. Cuando entré fui a meter un tronco en la estufa, pero mi asombro fue ver que la leña no se había consumido y sin embargo ardía con viva llama. Pensé que el tiempo se había parado o que estábamos muertos y no lo sabíamos. Dejé entrar a la vaca al jardín y la puse nombre, la llamé Milagros.

    Todo era perfecto menos el casposo vecino comunal que teníamos todos, que andaba por la casa maldiciendo, pues teníamos un vecino que era muy mala persona, y siempre estaba fastidiando. Para aquellas personas malas no había regalos, al revés, sus perros habían amanecido muertos, sus plantas se habían marchitado, la leña no ardía y tenían frío y desesperación.


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Comentarios

  1. Este capítulo me parece un relleno.
    No le veo dramatismo salvo la, no explicada, ausencia de la primogénita de Chemirl.

    Será la vaca un agente doble. ?

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