Infierno Mecánico Capitulo 16 -La creación de la vida- Parte 3

     Amaneció y pudimos ver con claridad la bella pradera llena de hierba y pequeños arbustos, aún no había árboles grandes, pero si pequeños retoños que, con un vigor extraño, crecían por momentos en las laderas, verdes y sanos asomaban por doquier, en todas partes, y daba la sensación de que podías ver cómo se desarrollaban en directo, minuto a minuto. En muy poco tiempo aquella pradera reseca y pedregosa se había convertido en una encantadora pradera fresca y verde. Ahora el riachuelo corría otra vez entre las hierbas y, para nuestro asombro, una multitud de peces extraños nadaban por las charcas. Pudimos ver como algunos habían sobrevivido, mientras otros curiosamente no, flotaban boca arriba muertos y otros pocos se debatían entre la vida y la muerte, moribundos.

    Cogimos algunos de estos peces y los observamos de cerca, vimos que no eran peces de agua dulce y al no estar adaptados al entorno simplemente morían asfixiados. En la creación no se distinguía entre aguas ni vegetación, no se tenía en cuenta el clima ni el entorno, la creación era un frenesí de vida descontrolado, allí donde hubiera un charco había peces, daba igual el tamaño, allí donde había tierra había vegetación, y así curiosamente pronto veríamos un paisaje realmente extraño.

    No estábamos para mucha filosofía y nuestra alegría era total, cogimos esos peces muertos pero frescos, hicimos un buen fuego con las vigas caídas de la ermita y nos hicimos un buena comida de peces insertados en palos, asados en su propio jugo. Como había muchos, los asamos todos y los almacenamos ya cocinados para que aguantaran más tiempo. Comimos opíparamente, reímos y hablamos por largo tiempo de todo lo que sucedía. Así pasamos un día estupendo con buenas conversaciones y por fin con algo que podíamos masticar. Tener la sensación de tener comida de nuevo nos dió muchas fuerzas para seguir adelante y todos aquellos pensamientos negativos, que habían cruzado nuestras mentes desde el comienzo del infierno, se habían esfumado, y ya sólo pensábamos en cómo nos las íbamos a apañar para vivir en aquel nuevo mundo. La depresión es sólo un estado de alarma, en cuanto tienes tus necesidades esenciales cubiertas, la depresión desaparece.

    Contra todo pronóstico, el ruido de un pajarillo nos sobresaltó, y vimos a lo lejos como una bandada de pequeños pájaros pasaban volando, los miramos como el que mira algo que no ha visto en toda su vida, incluso a mediodía vimos pasar un gran pájaro por los cielos a mucha altura, como una especie de halcón o águila. Nuestra alegría estaba desbordada, ya había peces y aves.

    Llegó la tercera noche y, como en las anteriores, las estrellas bajaron al plano. El momento en el que anochecía era el más extraño, pues la mezcla de luz natural con las luces de las estrellas era una completa locura de colores. Notamos de nuevo la vibración por todas partes, pero esta vez las estrellas gigantes no pisaban la tierra, simplemente levitaban por encima nuestra, con sus singulares formas y transformaciones. Como habíamos imaginado, esta noche fue la noche de las pequeñas estrellas, cientos de ellas iban formando líneas por el terreno como en formación, pero éstas eran, aún si cabe, más extrañas que las grandes: no estaban definidas, eran pura energía que cambiaba de aspecto constantemente, haciendo en su interior formas caprichosas, a modo de rayos energéticos de colores, algunas eran azules, otras rojas como el fuego y otras, las más simples, blancas y muy luminosas.

    Era curioso ver cómo pasaban a nuestro lado, del tamaño de unos 20 o 15 metros de altura, se nos ponían los pelos de punta y la piel como una gallina desplumada, notábamos su magia, su increíble energía constante que penetraba en todas las cosas, pero éstas no tenían ese extraño pene, ni tampoco nada que pudiera indicarnos que aquello hacía algo, sólo vibraban y vibraban, como un motor eléctrico sin eje. Y así paso la noche, llena de color y magia.

    A la mañana siguiente, nos echamos a dormir hasta la hora de comer, pues no habíamos pegado ojo en toda la noche. Cuando despertamos el mundo era diferente, los árboles habían crecido, los arbustos ya no eran simples arbustillos pequeños y maltrechos, las zarzas y flores habían aparecido como por arte de magia, un mundo lleno de color y olor nos envolvía, veíamos palmeras y árboles frutales con extraños y desconocidos frutos, y para nuestro asombro, también había anfibios como ranas, sapos y serpientes y aunque no habíamos caído en ello, también había insectos, las moscas habían reaparecido y las avispas y todo tipo de pequeños vertebrados. Estábamos acojonados porque, husmeando por allí, vimos arañas enormes y una serpiente de grandes dimensiones. No todo era de color de rosa en aquellos primeros días de la creación, todo indicaba que nos esperaban días de peligros inesperados. De entre los matorrales de la colina, un animal de medianas dimensiones vino hacia nosotros, parecía un cerdo pero tenía un hocico muy grande y chato, y las patas muy cortas, le costaba andar y respiraba como cansado, nos quedamos mirándolo estupefactos, aquel animal no era natural, era un engendro de la creación, nos dimos cuenta de que no todo era perfecto, también había malformaciones. A aquel animalillo indefenso, gordo y tonto, le pusimos el nombre de cermalo y se hizo amigo al instante de Chemil, el cual lo acogió y le hicieron bromas junto con su hija María, y nos reímos bastante con aquello.



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